Un mundo mejor es posible,
rectifico: el mundo es el que es y el hombre puede hacerlo mejor. ¿Qué quiero
decir?, pues que los hombres podemos hacer que el sol salga para todos, si nos
preocupamos de no dar sombra a nuestros semejantes, tratado de no interponemos
entre el astro y los demás.
Un mundo puede y debe ser mejor
si el bienestar social alcanza a todas las personas que lo anhelen, y lo
deseen. En un mundo donde comamos todos, donde nos respetemos, nos amemos,
colaboremos en progresar intelectualmente, productivamente, socialmente, como
humanidad.
Un mundo donde trabajar sea
satisfacer las necesidades de todos, donde trabajo signifique crear un
producto, dar un servicio, ocupar un tiempo para el provecho de todos, y donde
el concepto de rivalidad competitiva se torne en otro, que sea cooperativismo
por el progreso y el adelanto.
Es girar la situación del
tablero, mantener las fichas, ordenar los objetivos, cambiar las estrategias,
abrir el ángulo de visión y abrazar con el corazón a todos los demás, como
diciéndoles: ¡sois importantes, imprescindibles!, al contrario de lo que sucede
hoy, donde nadie lo es, lo que justifica el tópico de esa frase que pulula por
los más diversos ambientes, en especial en el laboral. Cuesta poco sustituir al
mayor por el más joven, al que reclama sus derechos o respeto por el sumiso y
adulador si es posible, pues ya tienen los jefes quienes les van a regalar los
oídos.
Todo este desajuste o disparate
que no tiene ton ni son, habrá que equilibrarlo y se me viene al pensamiento,
debido a las actuales fechas en las que los estudiantes hacen su selectividad
para ingresar en la Universidad, el desfase que un año más se va a producir
entre estudiantes que comenzarán estudios universitarios, que finalizarán sus
estudios y que se encontrarán con un tejido social, educativo y empresarial,
incapaz de absorber la necesidad de empleo, dentro de cuatro, cinco o seis años,
de estas personas. Aún se agravará más porque el acto es repetitivo anualmente,
¿quiénes pueden crear los puesto de trabajo que necesitan estas personas
jóvenes y formadas para iniciar sus vidas, crear familias, adquirir viviendas o
consumir en general, que es lo que pretenden las organizaciones empresariales?,
¿Tiene alguien la obligación de equilibrar el tejido social, en la componenda
oferta-demanda de empleo?
La tendencia capitalista se ha de
conciliar con el bienestar de todos, no de aquellos que podemos llamar
adinerados, por lo que no podemos es seguir guiados ni un minuto más por los
dueños del capital, porque ellos solo saben de especulación a cualquier precio
y con cualquier producto. Solo hablan de mercado, oportunidad de negocio,
invertir, intereses, tantos por cientos, rentabilidad, e ignoran la vida en si,
el potencial inherente de la condición de ser un ser vivo, valga la redundancia;
por lo que esas personas no nos ayudan.
Una
llamada de atención a quienes comandan esta nave de trayectoria errática, y de
vigencia caduca y limitada en el tiempo, porque va a estallar por algún
costado. Ello, nos perjudicará a todos, se marchitarán nuestros corazones como
cuales flores rojas que se dejaron de regar hace ya mucho tiempo. Entonces
vendrán las lamentaciones y el crujir de dientes.
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