Hoy quiero comenzar
preguntándome: ¿A quiénes afecta la crisis?, y como no puede ser de otra
manera, llego a la conclusión de que evidentemente, y como estamos acostumbrados, los que más
sentimos sus efectos somos las clases menos pudientes.
Aquellos que mayores fuentes de
ingresos tienen, con más facilidad escapan de este descalabro económico, bien
porque pueden hacer frente a sus pagos, bien porque los burlan amparados por
muchos de los que legislan, que igualmente adinerados no se tiran piedras sobre
sus tejados.
Cuando oímos la radio, o vemos
televisión, a veces acertamos a participar de tertulias en las que son
frecuentes noticias que salpican a derecha e izquierda, siempre personas de
clases altas, económicamente hablando, pero lo que sorprende es que a ellos
solo les cae el “brazo tonto de la ley”, pues los castigo, si los hubiere, son
leves, no existiendo castigo para el infractor, y mucho menos exigencia de
devolución de lo sustraído al erario público.
Los entes gubernamentales
presionan a los poderes judiciales a espaldas del conocimiento de los
ciudadanos, y estos actúan desde este complot, no aplicando la ley con el rigor
que se merecen los delitos cometidos. Por tanto, los fiscales, jueces, etc.
omiten cumplir con sus deberes y responsabilidades, pero aquí no pasa nada,
solo que cobran con dinero aportado por todos, para aplicar todo el peso de la
ley contra usted o yo, caso de que tengamos un resbalón, pero dejando pasar por
sus narices los interminables episodios de corrupción, que se están dando en
este país.
De toda esta situación, medio
circense, resultan unos recortes del bienestar social, que afectan al grueso de
la población, repito, a la gran mayoría de la población, que somos los que
menor poder adquisitivo tenemos, y que vamos a tener más dificultades
económicas para llegar a fin de mes, y al mismo tiempo adquirir servicios de
salud o educación privados.
¿Qué podemos hacer ante esta
situación?, reflexionar, encontrar soluciones, solidarizarnos, ponernos de
acuerdo y actuar. Tenemos que concienciarnos, que si queremos dejar de estar
sometidos a las normas que benefician al poder monetario, que a su vez
perjudican a las clases sociales más modestas, tenemos que confiar en nuestros
iguales y actuar juntos.
Insisto en que somos nosotros los
que construimos y sostenemos esta sociedad, somos los responsables de que se
mantenga en pie, somos igualmente responsables de mejorarlo y beneficiarnos
todos de ello; pero tenemos que hacerlo tal como deseemos y no en la forma en
que nos venga impuesta por los intereses de una clase elitista, cuyo único fin
es el beneficio pecuniario.
La vida es igual para todos, y
cada uno de nosotros somos lo mismo para ella, apartemos nuestra soberbia y
egoísmo, que nos desvía de la consecución del bien común. Seamos justos,
honestos y conscientes para establecer una base firme, sobre la que asentar un
nuevo orden social, tan necesario.
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