Podemos mejorar, podemos pensar
un poco más en los demás y un poco menos en nosotros mismos, podemos querer
hacer las cosas un poco mejor cada día, podríamos creer en una humanidad unida
que camina al unísono; podríamos creer en la diversidad como complemento los
unos de los otros, podríamos creer en la amistad y en un objetivo de
crecimiento individual y colectivo. Podríamos amar en cada acto, podríamos
trabajar para satisfacer las necesidades de otros, podríamos sentir placer de
hacerlo; podríamos levantarnos cada día para tratar de ser un poco mejor que el
día anterior.
Podríamos decir: antes que yo
estás tú, o como mucho, estamos los dos, pero no estoy yo antes que tú, no son más válidas mis ideas
que las tuyas, no alzo más la voz para que no se te oiga, no quiero ser yo el
protagonista, no deseo ser el que destaque ni dar la idea de que soy el que
sabe más. Podríamos sentir que queremos aprender de los demás y de la situación
que esté viviendo, que estoy abierto y dispuesto, que no pongo trabas ni critico,
que no rivalizo contigo porque te amo, y tu necesitas como yo, por eso yo no me
siento el primero para satisfacer mis necesidades, porque tu también necesitas
satisfacer las tuyas.
Todos requerimos alimentos, aire
para respirar, agua para apaciguar la sed, sentirnos útiles en la sociedad y
amar y sentirnos amados; necesitamos ropas y casas para protegernos, además de
algún dinero para compras indispensables. Estos son de primera necesidad para
todos, y nosotros que constituimos la sociedad, cada cual desde su localización
física ha de trabajar, en cada instante, para que ello sea posible. Todos somos
la humanidad, cada uno de nosotros la es, y está desmembrada, desequilibrada, y
seguirá así mientras haya una parte de la humanidad que olvida a otra parte de
la misma humanidad, delegándola a la miseria y a la muerte. Esto es un
auténtico lastre para el progreso total de la población mundial.
Hasta ahora se ha cometido el
error de creer que el progreso de una parte se acelera explotando a la otra
parte más débil, más pobre, menos poderosa. Sin embargo, cada día la parte,
aparentemente rica, tiene que recordar lo que hace con los menos favorecidos y
olvidados que constituyen la parte pobre del planeta. Hasta en este caso, han
descuidado que todos somos parte de un todo, que los seres humanos somos parte
de ese todo, que hay aparentemente individuos, pero que o bien cambiamos las
directrices del juego, o bien el castillo de naipes, como ya ocurre se está
tambaleando, y mañana caerá.
La equidad es prioritaria para la
salud de la humanidad, hay que distribuir las riquezas de una manera más justa,
no hay que ver a un rival o enemigo en otros seres que puedan hacer lo mismo,
sino tener la alegría de que más personas colaboran al progreso mundial, de que
más personas reciben su parte, de que el hambre se erradica, y que tantas
muertes absurdas en nombre de tal ideología toca a su fin, porque a todos nos
importe por encima de todo, los demás seres humanos. La vida de los mismos, la
felicidad de los demás, la salud de todos, aunque cada cual en su vida
interior, además de lo expuesto, descubra la luz amarilla o verde…; pero por
delante de si mismo han de estar los valores éticos y morales, los hechos
coherentes, y todo ello envuelto de auténtico amor, del amor más profundo por
la humanidad.
Esta es una súplica a las capas
poderosas, aquellas que en algún momento de la vida, por las situaciones que
sean, ocuparon un lugar privilegiado de dominio o dirección; para que
recapaciten, para que busquen dentro de sí, para que dediquen un tiempo a mirar
en su interior, para que den ocasión a que surja la bondad en sus corazones. No
quiero que se hagan más pobres, sino que todos seamos iguales de ricos, más en
el sentido de felicidad interna y necesidades básicas cubiertas, que en el
sentido de que ustedes se vuelvan pobres. Esto es muy necesario ya, por favor
mírenlo.
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