Hoy te hago una visita virtual,
estoy delante de tu puerta y llamo, la golpeo con suavidad en un acto de
respeto. Cuando abres la puerta y te veo, espero unos instantes antes de hablar
mientras te miro a los ojos, observo la belleza de tu ser y le sonrío. Siento
que te amo, que eres un ser maravilloso y excepcional; es entonces que te
hablo:
“desde el corazón te pido que reflexiones, que actúes sin prisa y con
gran respeto hacia los demás, que cada acto tuyo sea lo más impecable, y que en
cada uno de esos actos estén presentes los que te rodean, sean familiares,
amigos, vecinos, conocidos y desconocidos”.
Vamos a crear un nuevo orden que
será la suma de nuestros actos, es
por ello que no podemos marginar a nadie, es por ello que no podemos seguir
descuidando que todos coincidimos en este mismo tiempo, y en este mismo plano
porque todos tenemos una relación necesaria con el resto. Pero este resto no es
algo separado ni añadido, sino que está integrado en esta dimensión existencial
que compartimos.
No puede continuar perpetuándose
la idea de lo que no somos, debemos abandonar el pensamiento o creencia del yo
soy al margen de los otros, como creyendo que no nos interrelaciona una
conexión energética; porque de esta falsa convicción surge la hostilidad, la no
cooperación y todas aquellas connotaciones negativas impropias de nuestro
estado esencial, que se manifiestan mediante desprecio, odio, rivalidad, etc.
Esta ha sido mi acción comercial,
he picado a tu puerta y te he ofrecido un producto universal que reporta felicidad,
dicho producto al utilizarlo te hace bien al mismo tiempo que se lo hace a los
demás, y como creo que todos lo necesitamos y nos necesitamos, no podía dejarlo
para otro día.
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