¿Sabes dónde está el fin del
mundo?, posiblemente en la cabeza de algún mal nacido, ¿no crees? Alguien puede
jugar, cualquier día en un conato de locura o embriaguez mental, al juego de
joderlo todo, con perdón.
Cuando miramos y vemos lo que
vemos, cuando escuchamos y oímos lo que oímos, como mínimo siente uno un
estremecimiento, que no augura la pronta venida de nuevos tiempos felices;
porque se siente un poco de miedo al ver de lo que son capaces algunas
personas. De hasta donde es posible estirar la goma sin que se rompa, de
cuantas reformas se pueden pactar sin el menor consentimiento. Nunca mejor
dicho, pues se está jugando con la vida y los sentimientos de las personas.
¿Dónde está la vocación de hacer
el bien?, ¿se perdió por el camino de vuelta a casa?, ¡por Dios, que todos
somos personas!, ¿hemos tomado conciencia de esto? Todos estamos en manos, no
ya de nuestros políticos, esos ya no cuentan, hacen lo que les dejan hacer
aquellos que si que me dan miedo. Esos que están detrás de todo el juego sucio,
de la retorcida partida psicológica del pongo, quito, reparto una y me llevo
diez. Hablo de esas mentes de hombres y mujeres, que han dejado de creer en sus
semejantes, que albergan algún mal con muchos ceros, que no les concede tiempo
para admirar, para compartir, para abrazar, para escuchar, y desgraciadamente tampoco
para amar.
Estas personas son las más
peligrosas de este momento, al menos para mí, que a su vez se sienten
amenazadas por el resto de la población mundial, sino cómo se entiende que no den
la oportunidad de crecer, de desarrollarse a los que menos tienen, de que nazca
la creatividad, que es la belleza materializada en un acto de amor y
sentimiento. Eso es dejar soñar y que podamos ir al reencuentro con nuestros
sueños, porque estos aportan a la humanidad, que es una para avanzar junta,
para crecer, para crear, para dar un salto juntos.
¿Cómo es posible ignorar o
infravalorar el potencial que cada uno es?, ¿cómo hay gente inconsciente que
fractura la unión de la humanidad?, yo estoy entendiendo algo, tal vez
equivocadamente, pero lo siento en mi interior, quizás fabricado por mí, lo
diré así; que me hace sentir tristeza, pena, de ver esta división egoísta
individual, que muestran muchas personas en sus actos y que tanto daño hacen al
colectivo, que al fin y al cabo es o representa a la humanidad, somos la
humanidad. Nadie está afuera aunque lo crea, y estamos tirando, unos hacia un
lado y otros hacia otro lado. El resultado es que no vamos a ningún lado
coherente, pues por física ya se sabe, varias fuerzas en el mismo sentido pero
en direcciones opuestas, se anulan. Como mínimo son incapaces de seguir un
camino conveniente para lo que de verdad importa.
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